02/04/2020

Héctor Gil, Veterano de Malvinas: "para mí y mis amigos, Malvinas está todos los días"

Héctor Gil, Veterano de Malvinas: "para mí y mis amigos, Malvinas está todos los días"
Héctor Gil, Veterano de Malvinas: "para mí y mis amigos, Malvinas está todos los días"

Choele Choel.- Héctor Gil, nacido en Neuquén, llego a estas tierras con tan solo 9 años. Al fallecer su madre, se crió con unos tíos y, al llegar a la adolescencia, decidió sumarse a las Fuerzas Armadas, optando por la Escuela de Suboficiales de la Armada Argentina, en Buenos Aires.Luego de esta presentación formal, todo cambio en su relato. "En estas fechas, siempre me pasa lo mismo… emociones que van y vienen en mi cabeza todo el tiempo. Para el ciudadano común no pasa más que una fecha, pero para mí y mis amigos, Malvinas está todos los días. Todo me recuerda a Malvinas. Todo…. ". Así nos relata, con profunda emoción, HÉCTOR JORGE GIL, uno de nuestros héroes de Malvinas."En esa fecha, yo ya estaba en la Escuela de Mecánica de la Armada y ostentaba la jerarquía de cabo, con tan solo 21 años y con muchas ganas de programar mi vida. Pero una mañana todo cambió: nos ordenaron preparar el equipo y subir al avión que nos llevó a la Base Naval de Puerto Belgrano, en Bahía Blanca.Hasta ese momento sólo sabíamos que habíamos entrado en guerra, pero desconocíamos qué iban a hacer con nosotros. Teníamos muy poca información, ya que nadie nos decía nada y porque no podíamos escuchar las noticias ni nada. Pero las caras de los soldados ya decía todo. Íbamos a la guerra.Yo subí por primera vez al Crucero ARA GENERAL BELGRANO, el martes 13 de Abril del año 1982. Con 21 años, solo se me cruzaba por la cabeza el participar en la guerra. En el barco éramos 1093 tripulantes, desde el Comandante hasta el último conscripto. Porque el tema es así: cuando a uno lo convocan, uno es conscripto y cuando vas a la guerra, pasás a ser soldado", aclara Héctor."Era un barco obsoleto. No estaba equipado para ir a una guerra: no tenía sonar, iba excedido de soldados, no tenía cañones, solo los cajones de la armadura. No estaba preparado para entrar en combate. Es más, estaba en reparación. Y, al no tener sonar, no pudimos detectar nunca los torpedos que nos había lanzado un submarino distante a 10 kilómetros aproximadamente.Recuerdo que, el 2 de Mayo, yo estaba en la parte de calderas que son las que abastecían de vapor una parte de este enorme barco de 196 metros. Recorría todos los sectores ese día y, a las 16 horas más o menos, porque cambiaba el turno, charlaba con un compañero para salir un poco de la labor cotidiana.En ese momento, escuchamos un fuerte golpe. Un ruido que, hasta el dia de hoy, no logro borrar. Pensábamos que el barco había golpeado contra otro barco. Con todo el cuerpo cubierto con desechos de materiales, cegado por el humo y el calor de las llamas, era imposible entender que había pasado.A los 20 minutos empecé a reaccionar y, entre gritos y llantos, comencé a ver a mis compañeros, muertos algunos y otros totalmente quemados, desde los pies a la cabeza. Era tanto el shock que no sabíamos que hacer. Simplemente comenzamos a ayudar en lo que podíamos. En esos momentos, uno es padre, hermano, hijo, amigo... cuesta explicarlo.Únicamente tratábamos de ayudar a quien estaba cerca. Cada torpedo había roto unos 15 o 20 metros del barco. Era tal el estado de desesperación que no controlábamos los sentimientos. Era ayudar y ayudar. Ir y venir... corríamos de un lado para el otro,  escuchando a los comandantes que gritaban advirtiendo que venía otro ataque. Era agarrarse de lo que podíamos.

Quiero que a los veteranos se los recuerde en vida. De nada vale una placa si no hicieron sentir al veterano de Malvinas como una parte de la historia Argentina.

Luego de esto, nos subieron a unos botes inflables, con techo del mismo material, de color naranja, con capacidad para 20 personas. Pero subíamos 25 en cada uno. Muchos de estos botes se habían pinchado debido a la explosión y,  de a poco, se iban hundiendo en las frías y oscuras aguas, hasta desaparecer…. No podíamos hacer nada, solo mirar y guardar en nuestra cabeza aquellas imágenes.Recuerdo que, como yo estaba trabajando en las calderas en el momento del ataque, andaba con unos zapatos, un pantalón de grafa y una remera. Fue tan desesperante el momento que subimos como estábamos y con lo poco que pudimos llevar al bote. A medida que nos alejábamos del lugar, podíamos observar como se hundía el crucero.En mi bote alcanzamos a subir una bolsa de caramelos y agua. Me viene a la memoria que un caramelo era cortado en pedazos, porque no sabíamos cuándo nos iban a rescatar. Sacábamos el agua con los zapatos, porque el bote se estaba hundiendo. Sentados, el agua nos llegaba hasta la cintura.Estuvimos alrededor de 31 horas a la deriva, hasta que fuimos rescatados por el ARA Burruchaga, un buque usado para traslado de alimentos y apoyo logístico para los demás barcos. Éste tenía una capacidad para 60 personas, pero subimos 400 soldados.

Hoy ya siento de alguna manera, que fue una parte de mi vida y que sólo soy una pequeña historia para mi país

En este barco legamos a Ushuaia, donde nos dieron zapatillas Pampero y un overol térmico. De ahí, nos subieron a un avión y nos llevaron hasta la base comandante Espora, en Bahía Blanca y desde esta base, nos mandaron al hospital militar para una revisación médica.Recuerdo que los colectivos tenían las ventanillas tapadas con diarios  ya que, lamentablemente, no nos recibieron como pensábamos. La realidad era totalmente distinta. El descontento era terrible. Nos miraban raros, como que nosotros no habíamos hecho nada para salvar las Islas Malvinas.Hoy ya siento de alguna manera, que fue una parte de mi vida y que sólo soy una pequeña historia para mi país. Cada vez tengo menos ganas de participar en los congresos que realizan los veteranos, por problemas de salud o porque hoy aún continúan los suicidios de los soldados que estuvieron ahí. Nunca pudieron recuperarse.Yo nací de nuevo aquel 2 de Mayo de 1982, a las 16 horas. Hoy, después de este antes y después en mi vida, me aferre a mi familia y me entregue a Dios. Son mi sustento diario.Quiero que a los veteranos se los recuerde en vida. De nada vale una placa si no hicieron sentir al veterano de Malvinas como una parte de la historia Argentina. ", cerraba su relato conmovedor Héctor, mientras observa cada foto de un libro del Crucero ARA General Belgrano.Con el desgarrador recuerdo de aquel evento histórico que marcó a fuego, no sólo la vida de sus protagonistas, sino el destino de todo un país, queremos brindar nuestro sentido homenaje a quien es y será un orgullo para todos nosotros: el SUBOFICIAL PRINCIPAL HECTOR JORGE GIL y, en su nombre, a todos los Veteranos de Guerra de Malvinas, héroes de nuestra Patria.